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KALTON BRUHL Y DENNIS ARITA, DOS NARRADORES DEL SIGLO XXI

Por Juan Ramón Martínez

La Tribuna

Kalton Bruhl y Dennis Arita son los dos cuentistas mejor dotados para enfrentar los retos del nuevo siglo. Dos antípodas, unidos sin embargo por la naturalidad como han establecido un estilo muy definido, que los caracteriza para mostrar lo mejor de la narrativa nacional. Bruhl, (Entre la niebla, Micro ficción completa, Efímera, julio 2023) es una suerte de cuentista que se mueve bajo las luces de Borges, el pesimismo de Kafka y los entresuelos fúnebres de Dostoievski, manteniendo fija, la novedad de su estilo, en una clara subordinación a las reglas universales del cuento. Historia contada, nudo expresivo y final sorpresivo. Dentro de un encuadre de la brevedad, economía del lenguaje y universalidad del escenario. Tienen mucho de Borges sus cuentos, en la dimensión universal de los relatos, la atención a los grandes problemas del ser humano; y la preocupación por la historia, precisa y pulida, como un dardo afilado, y la distancia de un cuchillo rencoroso. En tanto que, mantiene su parentesco con Kafka, en cuanto a que sus personajes, parecen atrapados y sin salida, en donde el sistema mantiene un cerco limitante de la libertad que, de donde, solo se escapa por la vía de la imaginación y la auto transformación. Y un aire de obligada cercanía con Dostoievski, por la sordidez de los espacios, la limitación del destino de sus personajes, la corrupta conducta humana; y el juego en que, parece que lograran por momentos, conquistar su libertad de constructores de su propio destino. Lo que no es cierto. Por lo que, a todos, al final, les va, casi siempre, mal.

Está muy lejano de García Márquez, de los macondianos; y de los desbordes tropicales del lenguaje y sus ruidos adjetivados. Bruhl maneja el español con precisión quirúrgica, de forma que recuerda la practica de Sthendal, que, para afinar la limpieza del francés de sus obras, para mantener su estilo, leía cada año el Código Civil que les heredara las reformas napoleónicas. Lo que no es extraño, porque Bruhl es abogado; y la mayor parte de su vida, la ha pasado en ese mundo burocrático en donde se escriben decretos y normativas para el funcionamiento del aparato gubernamental. En los cuentos de este libro, como en la obra anterior de Bruhl, no hay una palabra más, una oración extralimitada; ni, mucho menos una expresión que no corresponda a la dureza de los personajes que casi nunca ríen, temerosos de perder el encanto de la vida, amenazados por las sombras, las quimeras y los caprichos los dioses engreídos. Y los escenarios, situados en ninguna parte y en todas partes, cosa muy singular, hace que sus personajes, sean universales y las historias el lector, las puede situar en cualquier lugar del mundo. De repente este es el valor concluyente de los cuentos de KB. Y la aportación a la cuentística hondureña, porque en sus narraciones, se queda en Honduras, yéndose a pasear sus personajes, por el mundo sin permitirles echar raíces en ninguna parte porque tienen, una clara vocación universal.

Dennis Arita, es en cambio un narrador más enamorado del lenguaje, de las palabras y de los giros, repetidos melódicamente. Y por supuestos de las historias reposadas. Lentas que hacen que el lector se confié, en el gozo de la ternura y la melodía de las palabras. Constructor de los brillos y melodías del lenguaje, en que las historias existen para justificar su existencia. Si en otros la brevedad es la impronta, en Dennis Arita hay el encanto del camino, los pasos contados de uno en uno, lo desmesurado en la maravilla de hacer paradas, el idioma caudaloso, discurriendo por las diferentes avenidas, sin urgencias innecesarias, porque la finalidad no es concluir la historia, sino que saborear las bondades de una lengua que envuelve todo y le da brillo incluso, a las historias mediocres o anécdotas comunes, de personajes ordinarios e intrascendentes. En esta prosa fácil, que se mueve con naturalidad por los caminos intrincados de la vida que no es nada es fácil para ninguno de sus personajes, uno tiene que reconocer la presencia de Roberto Bolaños, pero más aclimatado a los vientos y al polvo de Tegucigalpa. Porque, es obligado rendirse ante la facilidad expresiva de una prosa como la de Dennis Arita que, brota a borbotones de fuentes inusuales de la geografía humana; y que, tiene una belleza y una precisión que le permite describir la conducta de sus personajes, la mayoría moviéndose en escenarios caóticos, pobres y mezquinos. Y con una prolija precisión. En el detalle, más mínimo incluso. Por eso, las descripciones de Dennis Arita, son largas, minuciosas y detalladas, con el ojo puesto en los ínfimos detalles y en las mínimas expresiones de sus personajes y sus escenarios. Así es que, por ello, por su habilidad de narrador, las excepcionalidades de los personajes no están en la descripción del autor, sino que en la capacidad de los lectores para entenderlos y construirlos en función de los que dicen, lo que niegan; o aceptan. Lo que admiten como suyo; o lo que, niegan como extraño; o negativo. En estos cuentos, las historias –imaginativas, sorpresivas y muy bien estructuradas—, no son lo importante, aunque lo son por bien imaginadas y narradas, sino que las palabras dichas por los personajes. En otras palabras, no es el edificio terminado lo que cuenta, sino la complicidad del autor que nos invita a prestar atención más a los materiales, a las palabras sueltas, a los ladrillos, al barro a la pintura, las varillas y al cemento, para participar de las maravillas de la expresión humana y el manejo del lenguaje que es el medio para el encuentro con el otro. Obligándonos a fijarnos además de los detalles, en las relaciones que se dan entre ellos, para hacerse una sola parte en la narración. Por ello es que, en cada uno de los cuentos, o por lo menos en la mayoría de estos que hacen parte de “La Pasión según Tintan”, Efímera, julio del 2023, uno cree ver, –es lo que me ha ocurrido–, una novela larvada, una historia enrollada, deliberadamente para que el lector la pueda concluir; o un anticipo en que Dennis Arita, anuncia que algún día, en otros momentos regresará, pausado y familiar, para rematar la faena, y en la percepción de la tauromaquia, con el fulgor de una espada innoble, haciendo sangre con las palabras, darle fin a la historia, en la única posibilidad cierta de la vida: la muerte inevitable. Porque Arita no nos engaña.  Sus personajes no son figuras de la felicidad; ni triunfadores en las luchas por la existencia. Para Dennis Arita, la vida es dura para vivirla, por lo que mejor es recrearla; y, volverla melodía con las palabras, pasando sobre los sufrimientos y las embocadas, con la mirada del escritor, saltando sobre los dolores y los quejidos. Admitiendo como única alternativa, que la mejor vida es la que se refiere a la muerte de los otros. O en la imaginación de la realidad imaginada como fórmula de salida frente a circunstancias dolorosas. Como lo saben probablemente los que ya la han experimentado, no como suya, sino la que le ocurre al otro, su gemelo.

En fin, tanto Bruhl como Arita, con sus dos últimos libros, “Entre la niebla” y “La Pasión según Tintan”, ratifican el mérito de portar el pasaporte de dos hondureños, universales, formados en las ansiedades, engaños y posibilidades de un siglo convulso.   Como todos los anteriores y seguramente también en los futuros que, vivirán otros. Pero más que lo anterior, este en que la deshumanización es una oferta engañosa. Los dos, por dos vías diferentes, y en un estilo definido, particular de cada uno, pero eso sí, adulto, muestran que la literatura es el único camino para la creatividad y la salvación. Un olor de la vida como representación de la voluntad. Creando mundos imposibles, solo visibles en la literatura. Y sin buscar el mundo fuera de Honduras, porque ¡Honduras es el mundo¡ Sin duda alguna.

Tegucigalpa, agosto 10 del 2023

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