Luis Chávez

Luis Chávez, caricaturista y escritor hondureño. Desnuda en su novela Los últimos ladrones que la distopía está ya entre nosotros: políticos ambiciosos y militares corruptos, narcotraficantes y empresarios poderosos, pandilleros y ladrones que conviven con la ciudadanía en un país desgarrado por la confusión y el miedo. Esta novela refleja un mañana que inspira cualquier cosa menos confianza.

Los últimos ladrones se construye del matrimonio de la denuncia social y la crítica política, para convertirse en lo que Ruiz Garzón refiere como «un antídoto contra el futuro».

«Sí que es cierto que la distopía suele aparecer en épocas de crisis, ya sea por la aparición de regímenes totalitarios, la amenaza nuclear, la crisis del petróleo… La ciencia-ficción que se ha hecho entre esos períodos ha sido más recreativa», señala Ruiz Garzón y yo añadiría, mordaz.

En Los últimos ladrones, Chávez explora nuestros más temibles demonios. Tegucigalpa ha desaparecido en una terrible explosión, borrando del mapa todo vestigio formal de un país que apenas aprendía a construir su infraestructura democrática. Luego el caos, el sálvese quién pueda que solo ayuda a los despiadados.

Antonio Gramsci afirmaba que los monstruos surgen en el claro oscuro de la historia, en esa espera entre el nacer del nuevo mundo y el morir del viejo. En Los últimos ladrones de Luis Chávez, el viejo mundo muere de forma inmediata, y lejos queda el nuevo mundo que habría de venir, en vez de un claro oscuro deja una noche llena de sangre.

Lo que Chávez nos presenta en este libro, es el país que ya conocemos, que está allí afuera, entre el tráfico desbordado de las ciudades, una realidad que acecha como fiera a su presa que somos todos. Pero el país de Los últimos ladrones es peor que el nuestro, porque en él somos todo aquello que podemos ser.

Es un honor para Casasola Editores presentar la primera novela de Luis Chávez, Los últimos ladrones, un libro que marcará un hito en la literatura nacional, en donde se logra —finalmente— lo que muchos sampedranos desean en lo más profundo, Tegucigalpa desaparece y es a la capital industrial a quien toca el trabajo de reconstrucción del país, desde las cenizas.

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