Inicio esta serie de artículos literarios sin pretensiones de ser un crítico profesional, colocándome, más bien, como un simple lector que desea comentar los libros que va leyendo, con el propósito de compartir estas impresiones y estimular la discusión con otros amantes de las letras. Hecha esta salvedad, les invito a iniciar estos viajes por la literatura navegando una de las más recientes obras del escritor hondureño Óscar Estrada, El pescador de sirenas, la vida poética de Juan Ramón Molina (Casasola Editores, 2019).
Óscar Estrada (Honduras, 1974), destacado novelista, editor literario, guionista, periodista y abogado de origen hondureño, dirige la labor de Casasola Editores, empresa dedicada a la gran tarea de impulsar a los autores centroamericanos e hispanos. Entre su obra literaria destacan Invisibles, una novela de migración y brujería (2012); Honduras, crónicas de un pueblo golpeado (2013); El Dios de Víctor y otras herejías, cuentos (2015). Y como editor, ha sido galardonado con los premios International Latino Book Awards (2013 y 2016).
El pescador de sirenas comprende la investigación que, a través de entrevistas con testigos presenciales y la revisión de documentos epistolares, realiza un amigo anónimo del poeta hondureño Juan Ramón Molina (1875-1908). A través de dicha recopilación de testimonios, escuchamos las voces de connotadas figuras históricas de Honduras quienes coincidieron en algún momento con el poeta Molina. Entre ellos están Fausto Dávila, Marco Carías Andino, Froylán Turcios, Arturo Oquelí y Rafael Heliodoro Valle.
Corren los primeros decenios del Siglo 20 cuando el anónimo investigador realiza sus entrevistas con estos personajes. De esta manera va elaborando un mosaico que le permite vislumbrar un retrato de mayor magnitud acerca del inmortal bardo de Comayagüela, ciudad gemela de Tegucigalpa, junto a la cual, constituyen la capital de Honduras. De esta manera, llegamos a conocer y casi a comprender la breve e infausta vida del poeta, quien es reconocido en el ámbito global como uno de los máximos representantes del modernismo en la poesía hispanoparlante.
A grandes rasgos, la gran tragedia que expone la novela, es una realidad aún hoy en día, no solo en este país ubicado en el corazón de Centroamérica, sino, también, en todas las naciones subdesarrolladas que se encuentran bajo el dominio de caudillos autócratas y sumidas en las más abyectas redes de corrupción imaginables. Es así como vemos a un poeta de quien muchos opinan que se equiparó, o, incluso, superó en calidad al magnífico Rubén Darío, pero cuya llama se extinguió en la mayor oscuridad e ignominia.
Sobre el encuentro de Molina con Darío, la novela narra con magistral calidad un episodio ocurrido en Brasil, en donde ambos poetas son atraídos por una noble dama europea, quien, al final, prefiere al lírico hondureño. Este es uno de los pasajes más hermosos de la obra, por cuanto contribuye a dibujar mejor la figura de Molina, los torbellinos de su alma y prefigura su trágico final.
En cuanto al drama del poeta destinado a florecer en el barrizal de una nación pobre, no solo en lo económico, sino, también, en lo espiritual e intelectual, la obra de Estrada describe uno de los pasajes más ominosos en la historia del país. Molina publicó en el Diario de Honduras, un periódico de circulación en aquella época, la traducción de un artículo de Benjamín Franklin titulado Un hacha para afilar. Aunque, según lo aseguró el mismo Molina, la pieza había sido publicada para conmemorar al prócer norteamericano, y ya había sido publicado en cinco veces anteriores, dicho pasaje fue mal tomado por el presidente hondureño Terencio Sierra, quien lo creyó como un ataque en su contra, por lo que ordenó el inmediato arresto del poeta para luego enviarlo a picar piedra en la carretera que se construía al sur de la capital.
Lo anterior es una muestra de la precariedad del artista y el intelectual latinoamericano. ¿Cuántos Víctor Jara han muerto a manos de militares ciegos e iracundos? ¿Cuántas Pirí Lugones son secuestradas y torturadas por sus ideologías políticas? ¿Cuántos Reinaldo Arenas son exiliados por su identidad sexual? El número es astronómico. Pero, a la vez, lo es la cantidad de artistas e intelectuales que se convierten en marionetas de dictadorzuelos y caudillos de opereta, quienes los doblegan y utilizan para promover sus mentiras y amansar a los pueblos a fin de alcanzar el objetivo cumbre de sus ambiciones: el poder.
Mucho se habla desde los gobiernos sobre la cultura y el arte, pero poca importancia se le da a este tema, lo que se traduce en el subdesarrollo de este sector como economía e industria de desarrollo, lo que hoy se ha puesto de moda llamar Economía Naranja. Basta con hacer un comparativo entre los presupuestos para la selección nacional de fútbol de la mayoría de países latinoamericanos, en comparación con los presupuestos para la cultura, el arte y la ciencia, y nos damos clara cuenta de por qué estamos tan jodidos. Un pequeño ejemplo de lo que pasa en Honduras: no existe una plataforma de acceso inmediato y gratuito para que el artista pueda registrar la propiedad intelectual de su obra de forma debida, y las autoridades de la Dirección Nacional de Propiedad Intelectual se niegan a instalarla porque aducen que basta con que dichos derechos son inherentes del autor para que este tenga la protección debida, cuando la práctica ha demostrado que es indispensable contar con un registro certificado de la posesión de dichos derechos; y esta negligencia se debe, en gran parte, al negocio que para los notarios representa el registro de patentes y marcas en Honduras.
El arte, la cultura y la ciencia son motores esenciales para el desarrollo de un país, pero nuestro gobiernos siguen privilegiando en sus presupuestos a once individuos que corren detrás de una pelota de cuero. Esa fue gran parte del drama de Molina hace un siglo y sigue siendo nuestro drama hoy en día.
Pero El pescador de sirenas va mucho más allá de eso. No solo describe las duras condiciones del arte en un país agreste, sino también ahonda en los demonios que destrozan el interior del mismo poeta. Vemos a un Molina que se hunde en un remolino de autodestrucción, que tiene breves pausas de felicidad durante su matrimonio, su viaje por Suramérica y Europa, pero que al fin, sus espectros interiores terminan consumiéndolo.
Lo anterior esta contenido en la metaliteratura de la novela, mostrándonos el flujo creativo de Molina a la par de sus dramas cotidianos, la pérdida, el vacío existencialista que le impide el goce del placer erótico aún cuando este se le entrega en la forma de una mujer de gran belleza, en un entorno casi mágico. Hoy, más de cien años después de estos eventos, en una época en la que todos pretenden ser poetas en las redes sociales, en donde cualquier mamotreto milenial subido a un blog se convierte en un fenómeno súper ventas, esta figura de Molina, presentada en El pescador de sirenas, se convierte en un espejo que nos lleva a preguntarnos el propósito del sacrificio que constituye la vida del artista, del intelectual, ¿quién valora su vida, su obra? ¿Para quién es el legado de su ardua labor? ¿Dónde brillará su pensamiento cuando él o la artista dejen de existir?
La copa de mi vida, donde escanciaba mieles, llena está hasta los bordes, de ponzoñosas hieles… escribió el mismo Molina. Sin embargo, es inspirador que el espíritu de los creadores siga palpitando, que nuevas generaciones se levanten en rebeldía contra este orden ignominioso y que con su obra vayan golpeando, cada vez con más fuerza, contra el muro de la ignorancia y el autoritarismo.
El mismo Molina diría, según la novela: Todos tenemos el deber de construir nuestro propio cielo.
El pescador de sirenas es una obra fundamental en la literatura hondureña, escrita con maestría y rigurosidad. Sin duda, es ya un texto de referencia para quienes desean conocer más sobre la vida del príncipe de la poesía de Honduras, y debería ser material de obligada lectura en los cursos de educación media y superior en el país. También es relevante en el ámbito global, no solo por su calidad narrativa, sino, al igual, para el conocimiento de una de las figuras más sobresalientes, y a la vez, desconocidas, del modernismo literario, Juan Ramón Molina.
Esta página, La bitácora del lector,clasifica las lecturas en dos categorías, de manera muy simple: Recomendable y No Recomendable. En ese contexto, para la obra El pescador de sirenas, se otorga la clasificación de Recomendable.
Espero que los distinguidos lectores la disfruten tanto como yo lo he hecho con su lectura. Es una obra que deja al lector con ganas de más, tanto en cada uno de sus episodios como en el contexto general. Está disponible en Amazon y a través de Casasola Editores.


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